lunes, 12 de julio de 2010

en la nada...

Arraigada en la sombra que nutrió mi alma,
una pasajera brisa que cargo y marchitó mis andanzas,
un cúmulo de mortíferos suspiros que ahorcaron mis pininos,
no es lo casto ni lo puro es lo vago y carcomido.

Como celador de grandes hierros y mortero de los cielos
así me dejaste arraigada a un lamento...

Irónica razón la que esculpe el corazón,
suspirando mediocrisidad por lo que fue; algo impuro y nada mas.

Corazón sangriento, manos sublimes,
y no por tus girasoles, todo lo contrario,
por lo infalible de tus posibles.

Aquí te estrujo mis pesares,
con y sin sentido, no por orar
ni confesar, solo por qué me place divagar.

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